Hombre salvaje

El hombre salvaje o ser de los bosques es una figura mitológica que aparece en obras de arte y literatura medieval europea. Se presenta con características físicas del ser humano, con la diferencia esencial de encontrarse su cuerpo cubierto de vello, a excepción de su rostro, pies, manos, rodillas y codos. Su tamaño estaba subordinado al tipo de obra artística y al tipo de narración en el que se encontrara presente. La forma en que interactuaba con los hombres solía producir adaptaciones de su tamaño al contexto, apareciendo ya como un gigante equiparable a los montes o a los árboles, o bien como un ser pequeñito que se ocultaba bajo las hojas del bosque.[1]​ Además de su tamaño, el salvaje medieval estaba dotado de capacidades sobrehumanas.

El comportamiento del hombre salvaje está ligado al reino animal. La unión que presenta el hombre salvaje, entre lo animal y lo humano, permite una ruptura con la idea cristiana que alejaba al hombre de la bestia. Su naturaleza salvaje no le permitía el control sobre sus instintos y pasiones. La incapacidad de control conllevaba una existencia caracterizada por el placer sexual y carnal; de la autonomía del cuerpo respecto a la voluntad.[1]

El hábitat de este correspondía a las zonas boscosas, montañosas y con gran cantidad de vegetación. La relación con su entorno se encontraba basada en la supervivencia. Era comprendido y aceptado por los animales, reales y ficticios, lo que le permitía obtener alimento (caza), protección y transporte.

Hombres salvajes portando escudos en los paneles laterales de un retrato realizado por Alberto Durero, 1499 (Alte Pinakothek, Múnich)
Gente salvaje, en los márgenes de una ilustración del siglo XV.
La pelea en el bosque, dibujo de Hans Burgkmair.
Gran escudo de Prusia, 1873
  1. a b Bartra, Roger (1992). El Salvaje en el espejo. Ediciones Era. ISBN 978-908-411-345-5. 

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